Toxina botulínica, nuevo tratamiento para las Migrañas crónicas
El bótox se está revelando como un perfecto aliado contra ciertas enfermedades. Además de servir como tratamiento contra el exceso de sudoración (hiperhidrosis), los nuevos tratamientos basados en la toxina botulínica han conseguido mejorar la calidad de vida de uno de cada dos pacientes con cefaleas, una de las dolencias más extendidas, dolorosas y que apenas tienen soluciones lejos de las pastillas y el reposo absoluto.
Los datos de prevalencia de migraña en población general, indican que un 12% de la población padecen de migraña, cerca del 18-20 % es en mujeres y del 5-6 % en hombres, ello implica que en Chile con unos 17 millones de habitantes, habría unos 2 millones de migrañosos.
La principal causa de aparición de las migrañas es genética. Se trata de una enfermedad que se puede heredar de forma poligénica, es raro encontrar pacientes que no tengan antecedentes de migraña en sus familiares más cercanos, aunque puede ocurrir. Se hereda la predisposición, luego en cada caso hay unos factores desencadenantes que ponen en marcha crisis de migraña, como el estrés, la menstruación en las mujeres, los cambios de ritmo de sueño, los viajes, la exposición a la luz, etc.
El Botox, toxina botulínica tipo A, se viene utilizando en medicina desde los años 80, sobre todo como fármaco infiltrado intramuscularmente para tratar las distonías (contracción anómala muscular involuntaria, como el blefarospasmo, el espasmo hemifacial, los famosos TICS, etc.).
Se vio por casualidad que algunos pacientes con estas enfermedades y que además eran migrañosos, mejoraban de sus migrañas al administrarles toxina para sus distonías y se empezó a probar con esta indicación. Ya hace unos años que se viene utilizando como medicación de uso compasivo en pacientes con cefalea crónica que no respondía a otros tratamientos preventivos (afortunadamente la mayor parte de pacientes con migraña solo necesitan tomar medicación para tratar las crisis de dolor; otros con mayor frecuencia de crisis necesitan medicación preventiva (a diario) para bajar la frecuencia e intensidad de las crisis; y otros se muestran refractarios a distintos tratamientos preventivos, y en este reducido grupo es donde se probó la toxina como preventivo).
Recientemente se han publicado los resultados de varios ensayos clínicos en los que se ha demostrado la eficacia de la toxina botulínica en la migraña crónica y en la cefalea por abuso de medicación (pacientes que toman medicación en exceso para su dolor de cabeza, en rango de abuso, y cuya toma influye en la perpetuación de la cronicidad).
La explicación de porque es útil la toxina en migraña crónica y no en otras cefaleas aún no es del todo clara, pero consigue una desensibilización, es decir, que disminuya la puesta en marcha y mantenimiento de circuitos cerebrales que perpetúan el dolor. Sabemos que no actúa relajando la musculatura de alrededor de la cabeza. Se piensa que se produce un transporte hacia dentro de la toxina por las terminaciones nerviosas sensitivas pericraneales y esto supone que los estímulos dolorosos que llegan a las estructuras cerebrales como el troncoencéfalo se ven disminuidos y ayudan a no perpetuarlos.
De todos modos se espera que en los próximos años se pueda dilucidar claramente este mecanismo de acción. Esta teórica forma de actuación explicaría que la toxina consiga, sobre todo, disminuir la intensidad del dolor, y sólo en parte, mejorar ostensiblemente su calidad de vida, aunque sigan teniendo todavía crisis de migraña, pero mucho menos intensas y con mejor respuesta a los fármacos que usan para tratarla.
El tratamiento consiste en la administración de la toxina en unos 12 a 30 puntos pericraneales, de modo subcutáneo o intramuscular poco profundo, con una pequeña aguja, alrededor de toda la cabeza (sobre todo en frente, sienes, retroauricular y occipital). En cada infiltración (todos los puntos) se usan unas 100-150 ui de toxina botulínica tipo A (1-1'5 ampollas de Botox) repartidas por dichos puntos. Esta administración hay que realizarla cada tres meses aproximadamente, que es el tiempo de duración media del efecto de la toxina, por tanto hay que repetirlo, al menos en 2-3 ocasiones para valorar la eficacia en cada paciente. Si la respuesta es buena, en algunos pacientes el efecto tiende a prolongarse.
La toxina botulínica (Bótox) de apoco ha ido incrementando sus uso, como es el caso de su reciente aprobación en Reino Unido para la migraña crónica y cuya indicación se espera en breve en el resto de Europa, en un artículo anteriormente publicado señalé también que existen estudios orientados a tratar la depresión con toxina botulínica y así como este, estudios orientados a tratar la hiperhidrosis, TICS y otras enfermedades. Sin duda de a poco van a ir apareciendo más usos a podremos darle a esta fabulosa toxina.